El desprecio de los ricos por los menos privilegiados tiene
raíces históricas, según la historiadora Mary Beard, profesora de la
Universidad de Cambridge
9 DE DICIEMBRE 2012 - 09:10 AM
El desprecio de los ricos por los menos privilegiados tiene
raíces históricas, según la historiadora Mary Beard, profesora de la
Universidad de Cambridge.
En el siguiente artículo especial para la BBC, Beard explica
por qué los prejuicios de clase no son una novedad.
En la antigua Roma, las clases bajas podían ser realmente
bajas. Había bandas de "buenos para nada" y
"vagabundos" que pasaban toda la noche en bares de mala muerte,
ahogando sus penas en alcohol. Además de hablar sobre los conductores de
cuádriga (el equivalente antiguo de los futbolistas), su único entretenimiento
era armar pelea y apostar.Se sentaban en las mesas de juego, y hacían ruidos horribles
con sus narices. Está de más decir que esta imagen sobre la vida de un pobre
en Roma no proviene de los mismos pobres.
Fantasías de ricos
Los párrafos de más arriba citan, casi palabra por palabra,
la descripción de las condiciones sociales en la capital del Imperio Romano que
ofreció un historiador pudiente del siglo IV, Amiano Marcelino.
Para ser justos con Amiano, también dijo muchas cosas crudas
sobre la élite. "Son esas personas que un día son demasiado amigables y al
próximo ni te reconocen, que gastan demasiado dinero en comer bien o -para
introducir un toque característico de Roma- se rodean con batallones de
sirvientes eunucos".
Pero esta visión sobre el comportamiento de la clase baja es
el tipo de fantasía que han tenido los ricos desde entonces.
Yo creo que Amiano nunca pisó un bar corriente cualquiera y
nunca pensó en la falta de lógica de lo que estaba diciendo: si estos
personajes realmente eran tan pobres, ¿acaso cómo podían pagar por lo que
consumían toda la noche?
Doble moral
Y en cuanto a las apuestas, es el caso clásico de los dobles
estándares morales. A la élite romana le gustaba apostar.
El emperador Claudio incluso escribió un libro sobre cómo
ganar con los dados y una de las frases más famosas jamás pronunciadas por un
general romano surgió justo en una mesa de apuestas: "Alea iacta est"
o, en español, "el dado está echado" o "la suerte está
echada", como se cree que dijo Julio César.
Pero apenas los pobres mostraban un interés similar por las
apuestas, la élite se asustaba y empezaba a predecir un colapso moral
inminente.
En términos generales, los romanos de clase alta no tenían
mucho tiempo para dedicarle a los pobres, ya fueran libres o esclavos, aunque
también les tenían algo de miedo. Con frecuencia se referían a ellos como una
"turba" o "multitud".
Pero más allá de los insultos o los apodos que usaban, lo
cierto es que las fechorías que los ricos atribuían a los pobres de la antigua
Roma se parecen sorprendentemente a las que todavía escuchamos hoy.
Para comenzar, se culpaba a los pobres de abusar de los
servicios que se les ofrecían, no por parte del estado de bienestar sino por
sus benefactores ricos.
Amiano, por ejemplo, señaló con disgusto cómo los pobres
pasaban sus días merodeando por los toldos del teatro que se instalaban para
que los asistentes romanos comunes y corrientes pudieran protegerse del
ardiente sol durante las presentaciones al aire libre.
"Aquí", vociferó, "hay personas que prácticamente
están viviendo bajo los toldos".
Tal vez no se le había ocurrido que se trataba de personas
que no tenían ningún lugar a donde ir para refugiarse. Digo: ¿Por qué tendría
alguien que pasar su vida deambulando si tiene una casa a donde llegar?
"Parásitos de
los subsidios"
El merodeo en los toldos del teatro no es un gran tema hoy
en día. Pero, de todos modos, las quejas de Amiano tienen mucho en común con
las quejas modernas sobre los "parásitos de los subsidios".
Mi madre, que vivió durante la fundación del servicio de
salud pública de Reino Unido, el NHS, se acordaba de cómo en los '40 y '50 la
prensa estaba llena de historias sobre cómo algunas personas estaban poniendo
casi de rodillas a la economía de la nación porque estaban comprando no uno sino
dos pares de anteojos del NHS, además de dos cajas de dientes postizos.
Como señalaba con frecuencia, ¿para qué podría alguien
necesitar dos cajas de dientes? ¿para tener una de repuesto, por si la primera
se pierde?
Algunas obsesiones más recientes se refieren a los
holgazanes inmorales que aparentemente escogen tener otro bebé para incrementar
los subsidios que reciben del estado.
Supongo que debe haber algunas personas que sí intentan
esto, pero en todo caso lo que necesitan no es una clase de moral sino una de
matemáticas y economía del hogar.
Pero imaginar que una gran cantidad de personas transitan
por ese camino es una opinión absurda sobre todo el proceso reproductivo y de
sus incertidumbres, el dolor, las responsabilidades y los gastos.
No es algo que escuche con frecuencia en boca de muchas
mujeres.
La otra manera en que la clase alta tradicionalmente habla
de los que son menos afortunados es, por supuesto, dividiéndolos en los pobres
buenos y los pobres malos.
"Familias
trabajadoras"
En el siglo XIX se hablaba de los pobres de
"mérito" y los de "poco mérito". Nuestro equivalente de los
de mérito son "las familias trabajadoras".
Los políticos de todos los partidos mencionan todo el tiempo
esta frase en la radio o la televisión. Es casi como si se les hubiera dicho
que nunca pueden decir sólo "familias", sin su adjetivo acompañante.
Tal vez yo no soy muy influenciable, pero cada vez que los
escucho siento simpatía hacia los irresponsables, perezosos o -por Dios
santísimo- por los solteros que no tienen familias. ¿Acaso son menos dignos del
tiempo de nuestros políticos y de nuestro cuidado sólo porque no tienen hijos?
Pero hay puntos más serios que deben ser discutidos.
Para comenzar, no se requiere mucho cálculo político para
ver que si se considera a algunas personas "de poco mérito", muy
pronto se convertirán en eso. No hay mejor forma de convertir a un niño en un
problema que enviarlo al rincón como castigo.
Pero bueno, con el riesgo de sonar algo santurrona, también
hay una pregunta irritante sobre el progreso humano. Sería bueno pensar que
hemos avanzado un poco desde la época de Amiano hace más de 1.500 años.
En algunos casos, por supuesto, lo hemos hecho. Nos podemos
considerar afortunados de saber que los ricos no se rodean de batallones de
sirvientes castrados.
¿Pero no sería también una señal de progreso si tratáramos a
todos como personas dignas de cuidado, más allá de si tienen mérito o son
trabajadoras?
Sería bueno pensar, en otras palabras, que podríamos
convertir en prioridad el cuidado de los antisociales, las personas con
sobrepeso, los fumadores y hasta quienes hacen ruidos horribles con sus
narices.
Pero me temo que no hacemos eso todavía.